El amor es un juego perdido

Andrés Mauro Campuzano Marquina

homovidens@outlook.com

@andrescampuzano

“Si siguiera viva le hubiera dicho; Un poco más lento, eres demasiado importante. La vida te enseña cómo vivirla, si vives lo suficiente”

Tony Bennett

 

Recientemente se dio a conocer un vídeo detrás del escenario en el momento en que Kurt Cobain, vocalista del grupo Nirvana va caminando y le siguen algunas personas que se pudieron colar al backstage del Reading Festival. Un señor le pide un autógrafo y Kurt detiene el paso un niño se acerca y le dice: “Eres mi héroe”; Kurt Cobain sorprendido por el comentario, el niño continúa agradeciéndole el autógrafo, le dice que lo presumirá con sus amigos en la escuela. Le sigue mirando con un cigarro sin encender entre sus labios y le dice: “No fumes”.

El niño le dice que no lo hará. Kurt Cobain, fue más que el líder de una banda, fue líder de una generación, de romper paradigmas en una época en la que el POP sucumbió ante el auge del Grunge. Era un hombre que se sentía incómodo con la fama, que usaba playeras y camisas más grandes para tratar de ocultar que era delgado, demasiado. Fue un hombre de excesos, la droga fue cotidianidad en su vida. Creo que detestaba la fama pues no se consideraba especial, ni siquiera un ejemplo a seguir. Era alguien genuino, tan alejado de la pomposidad y perfección con que adornan a los artistas comerciales.

¿Por qué intitulé esta opinión con una canción de Amy Winehouse? Acabo de ver la película Amy, sobre la vida de la cantante nacida en el norte de Londres y que dejó legado internacional.  También porque entre Kurt y Amy existe un patrón, y no solamente la fatídica coincidencia de morir ambos a la edad de 27 años. Fueron víctimas de la prensa del corazón, de los paparazzi, del morbo. Producto de familias disfuncionales que les arrojaron desde temprana edad a un mundo cruel y de toda esa experiencia supieron escribir y componer para que miles de personas se sintieran identificadas con esa rabia, con el desamor, con la tristeza, la euforia de mentes brillantes y aturdidas para la posteridad.

En la edición número 88 de la entrega de premios Oscar, el mejor documental fue para “AMY”, el filme con imágenes inéditas de la cantante, recopilación de cómo la belleza de la cantante fue sucumbiendo por sus excesos hasta quedar en los huesos. El documental no juzga, presenta la desafortunada vida de una cantante que fue carne de cañón para lo peor del periodismo y una fuente duradera de ingresos para la ambición del círculo más cercano a Amy, su familia y novio. Blake Fielder, un drogadicto cuya efímera fama le otorgó su mayor logro, conocer a Amy y usarla como trofeo, presentarle la heroína y saquearla en todos los sentidos.

Poseedora de una voz que mezclaba el jazz y blues, el paquete completo. En una entrevista Amy dijo que no veía el saber cantar como algo excepcional, ella pensaba que sería mesera o ama de casa. Se presentaba como cantante de jazz; “Quería escribir música emotiva con la que la gente pudiese conectar”, y así fue, parece que fue ayer en que su álbum me acompañaba en un pequeño celular, esa obra contenía el éxito que la llevó a la fama internacional “Rehab”. En sus liricas iba plasmando –y advirtiendo- sus constantes tristezas, el drama de amar y no ser correspondida, la soledad de estar rodeada de gente que la usaba, ahogaba con botellas y botellas de Vodka la ironía de su fama.

“No quiero volver a beber, sólo necesito un amigo”, dice una parte de la canción en la que constantemente rechaza ir a rehabilitación. Vivió como quiso, dos discos grabó y fueron suficiente para que el mundo conociera su voz y su nombre. Ante el abuso de alcohol Amy no estaba parada, únicamente estaba vertical, su mente fugaz y emborrachada no registraba las constantes bromas de mal gusto que se hacían en los diferentes programas de televisión de su país o en Estados Unidos de Norteamérica. Adjetivos como “Yonqui o borracha” eran lo más halagadores en los medios de comunicación que hacían de la burla y acoso un show.

Back to black

Otra lamentable similitud entre Amy y Kurt, fueron sus parejas, igual de descompuestas que ellos, adictos a fumarse la vida, a beberse su pasión. En la película, se registra el momento en que los paparazzi fotografiaron a la cantante con visibles huellas de violencia, con cortes en su cuerpo y la podredumbre de su pareja con cortes en la cara, huellas de la adicción. En el verso de la canción “Las lágrimas se secan solas” (Tears dry on their own”), describe con ominoso ritmo su relación “Todo lo que pude ser para ti, es la oscuridad que ambos conocemos. Y este arrepentimiento al que me tuve que acostumbrar”.

 

“Escribo canciones porque estoy mal de la cabeza y debo ponerlo en papel, escribir una canción y sentirme mejor al respecto. Sacar algo bueno de lo malo”. Amy Winehouse devela su secreto al momento de componer, “cuando escribí la primera canción sobre Blake, las demás se escribieron solas, fue continuo” remata Amy.  Durante la grabación de su disco en el año 2006 Mark Ronson, en el documental dice: “Ella me contaba historias sobre Blake, y su relación tempestuosa y extrema. El primer día escribió Back to black, todas las letras y melodías en 2 ó 3 horas.  “No dejó tiempo para arrepentirme (…) tengo la suerte en contra y vuelvo -black puede traducirse como luto o soledad por la sintaxis-, sólo nos despedimos con palabras, morí cien veces. Te amo tanto, no es suficiente, tú amas la cocaína y yo amo la mariguana”.

Una de las canciones emblemáticas de Amy “El amor es un juego perdido”, en vivo y con una guitarra, presentada en el 2007 por Jools Holland, transmite el sepulcral porvenir. “Para ti yo fui una flama, el amor es un juego perdido, sólo deseo nunca haber jugado, oh que desastre hicimos”. Una de sus mejores presentaciones y en las que mostraba su famélica arquitectura, los estragos de entregarse a la adicción.

And now the final frame…

Un documental premiado por la Academia por la manera en que presentan la vida de la cantante, la mayoría ya conoce el final. Los que conocieron a Amy, los que fueron entrevistados nunca aparecen, sus voces se encuadran con imágenes de ella. Fue nominada en 6 categorías al premio Grammy, recibió 5. Su ídolo Tony Bennett, presentó su nominación y grabó una canción junto a él. No pudo acudir a la ceremonia de los premios a lo mejor de la música, pero se hizo un evento en Londres, con pantallas en tiempo real   Amy -presionada por la mayoría de su entorno a dejar las drogas por sus problemas legales-, su banda, sus amigos y demás contemplaban la cúspide de la hija de un taxista. La poderosa voz que no encajaba en ese pálido y diminuto cuerpo.

Juliette Ashby, una de sus mejores amigas dice que Amy al verla llorar de emoción por haber ganado, le pide suba al escenario la lleva a la parte de atrás y le dice: “Jules, esto es tan aburrido sin drogas. Y sentí muchísima tristeza por ella”. Afirmaba la amiga de la infancia de Amy. Antes que sentir pena ajena, el concierto en Serbia que enmarcaba el regreso de una nueva Amy, sirvió para profundizar la burla, con movimientos erráticos, la mirada pérdida, intentaba comunicarse con los miembros de su banda negándose a cantar, absorta ante la belleza de tirar su carrera, desecha, sin saber qué pasaba, abucheada por una multitud.

El 23 de julio del 2011, su guardaespaldas encontró su cuerpo en su departamento. Bebió 2 botellas de vodka, se fue acostar para ya no despertar. Sola, muy sola.  El nivel de alcohol en su sangre era 4 ó 5 más alto que el permitido para conducir, revela en el documental la Cristina Romete. “Sus trastornos alimenticios y el alcohol hicieron que su corazón se detuviera”, subraya la doctora.

Al momento en que sacan el cuerpo de su departamento los flashes de los paparazzi iluminan más la tarde, era una muerte anunciada, se rieron de ella. La película te traslada a un viaje áspero y con un destino trágico, resignado. Una joven que lo tenía todo y a la vez nada. 2 horas en que se contempla el ascenso de una mujer al ocaso de una diva. El final de su vida contrasta con sus inicios, se esforzó por dejar huella en la música y en sus últimos días hizo todo para perder lo conquistado.

Su amor por el alcohol y las drogas fue más fuerte que las ganas de vivir. Jim Morrison, otro cantante que murió a la edad de 27 años decía: “no recuerdo haber nacido, debió haber ocurrido en una de mis borracheras”. El cantante de The Doors, que abusó de las drogas también llegó a afirmar: “el amor no puede salvarte de tu propio destino”. Amy, Kurt, Jim, Janis, Jimmy, fueron personas con un talento a destiempo, que prefirieron los excesos seguramente para intentar matizar sus demonios.

La muerte es el precio de nacer, nadie escapa a ella, lo que da tristeza es la forma. Tan jóvenes, tan rotos, y la tragicomedia se revela con los actuales cantantes que en México hacen apología -con su remedo de música- a las drogas y violencia, esos despojos, esos son longevos.

Amy, una película premiada por la forma en que se presenta una vida con variaciones dramáticas, polémica, oscura, estropeada e intensa y hace que anheles que final sea distinto, de que ella no era un desastre.