A estas alturas del partido, ocho películas, una taquilla muy generosa y un nombre que se ha convertido en franquicia, queda claro que no hay nada capaz de detener a Rápidos y furiosos, ni siquiera la muerte de uno de sus protagonistas, Paul Walker.
Lamentablemente la historia es la más incoherente de dicha franquicia que empieza como casi siempre, con Dominic Toretto (Vin Diesel) tomando sol y disfrutando de una bebida en algún lugar de arenas blancas y aguas transparentes ( Cuba) y un llamado posterior pidiendo volver a juntar a la “familia” para una misión, ésta lo involucra de forma directa, ya que tras una visita de la malvada Cipher (Charlize Theron) se verá obligado a “cambiar de bando” y dejar atrás a su gente.
El filme es dirigido por F. Gary Gray y a pesar de contar con un elenco de renombre nunca sabe muy bien qué hacer con ellos y los pone a repetir diálogos carentes de lógica, además de muchas definiciones sobre el valor de la amistad y la familia, desaprovechando no sólo sus capacidades sino también el carisma de varios de ellos.
La saga perdió su escencia, ahora todo gira en al rededor de un enfrentamiento entre los dos bandos, matizado por algunas escenas de persecuciones -muchas menos que en las anteriores- que basan su construcción en efectos digitales.