Cuenta la leyenda que a finales del siglo XIX y principios del nuevo siglo XX, todas las mujeres de Atlixco, al caer la tarde se apresuraban a poner en las puertas y ventanas de sus casas , cruces de ocote, en forma de estacas y tijeras cruzadas debajo de la cama o de las almohadas, rezaban sus oraciones y ponían veladoras a sus santos para no permitir que las brujas entraran a chuparle la sangre a los niños , entre mas chiquitos y tiernitos eran manjar predilecto de las brujas .
Estás , en sus respectivas casas se despojaban de sus piernas cerca de la hornaza del fogón, y en su lugar se ponían unas de guajolote , se arreglaban el pelo, se montaban en sus escobas hechas con ramas secas, y salían volando por la puerta o las ventanas camino al cerro de San Miguel, dicen , que esto sucedía todos los días al llegar la noche , llegaban , se reunían al pie de la escalinata de piedra ya que no les era permitido subir cerca de la capilla y cuando estaban todas reunidas se dejaban caer hasta casi tocar el suelo y ahí en ese instante se convertían en bolas de fuego por unas tres horas y deambulaban por todo el pueblo buscando hombres borrachos o enamorados fugaces para quitarles la vida y cuando no encontraban a nadie a buscar alguna ventana o puerta abierta para entrar a la casa buscar alguna criatura y chuparle implacablemente la sangre hasta dejarlos moribundos todo eso en cuestión de segundos , por lo que toda precaución tomada era imprescindible, asi pasaron los años y hasta la actualidad en muchas casas de Atlixco se siguen dichas costumbres porque dicen que aún se dejan ver las bolas de fuego errante volar encima de las casa en busca de alguna víctima.