El guerrero Popocatépetl pidió la mano de la princesa Iztaccíhutal a cambio de regresar victorioso de la guerra. Pero ella fue engañada cuando se le dijo que su amado cayó en batalla, muriendo ella de tristeza. Al descubrir el cuerpo de su amada, la puso a descansar y resguarda su cuerpo por la eternidad.
Todo comienza cuando el cacique de los tlaxcaltecas, acérrimos enemigos de los aztecas por ser oprimidos por este imperio, decidió declarar la guerra. Mientras tanto, la hija de dicho cacique, de nombre Iztaccíhuatl, era renombrada por su belleza, siendo buscada por otros guerreros.
Es cuando un rival de amores entra en escena. Supuestamente, él le dijo a Iztaccíhuatl que su amante había muerta y ella, al escuchar la noticia, muere de tristeza. Cuando Popocatépetl regresa victorioso del campo de batalla, es recibido con un gran banquete, pero se entera de este acontecimiento.
Desolado, se dice que tomó el cuerpo de su amada muerta, la llevó a la montaña y ahí la recostó. Le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y posteriormente veló su sueño por el resto de la eternidad. Por eso es que el Popocatépetl cuida de Iztaccíhuatl, conocida como La Mujer Dormida en la leyenda de los volcanes.