El dragón de Zacatlán; la leyenda de una bestia que habitó debajo del convento franciscano

La leyenda cuenta que la extraña criatura poseía gran fuerza y que al capturarla se decidió mantenerla con vida en el sótano del ex Convento Franciscano de Zacatlán.

El Pueblo Mágico de Zacatlán, Puebla, cuenta con varios atractivos turísticos, pero también con una leyenda nacida de la imaginaria de su gente: El Dragón del ex Convento Franciscano, templo católico dedicado a San Francisco de Asís, inmueble que fue fundado en 1562 y terminado en 1567. 

Fue construido por la orden de la orden de los franciscanos y es de los primeros templos católicos construidos en América y de los más antiguos que todavía realizan oficios religiosos. Te recomendamos: Patrimonio. Vino, mosaico y reloj reflejan tradiciones de Zacatlán Un gran animal aterrorizaba a la población De acuerdo con la historia que propagó la gente, cuando se estaba construyendo el convento, un indígena que laboraba en la edificación les notificó a los frailes sobre la existencia de un gran animal que antes de la llegada de los españoles había puesto en predicamentos a los nativos de los contornos por sus constantes agresiones.

Incluso les dio a conocer que habían intentado cazarlo en varias ocasiones, sin que tuvieran éxito en cada incursión. Les dijo que por su fuerza y poder para esquivarlos, en varios de ellos les infundió un gran respeto a tal grado de que lo llegaron a considerar como un animal sagrado. A pesar de su escepticismo, los frailes les notificaron que se dispondrían atrapar a la bestia. Lo que finalmente consiguieron.

Los religiosos capturaron a la extraña criatura con vida. Se dice que al ver a la bestia se quedaron pasmados y maravillados ante las increíbles y fantásticas características que mostraba. Incluso llegaron a creer que su presencia era obra del diablo. Cuenta la conseja popular que para vigilarlo y tenerlo a resguardo, se dispuso que este especie de dragón fuera depositado en algún lugar de la iglesia aledaña al convento. Para tal fin se acondicionó un sitio especial en el sótano del inmueble. En dicho sitio, fue depositado el enorme saurio y de él se hicieron cargo los frailes.

Atraídos por la noticia, empezaron a llegar lugareños y visitantes. En un principio les permitían ver al dragón, pero con el transcurrir del tiempo, ya no permitieron ver más a la bestia, pues argumentaban que era producto de las maquinaciones del demonio para desviar a los nativos de su naciente creencia religiosa. Para evitar que siguieran presentándose al templo, los católicos empezaron a propagar que quienes lo llegaran a ver, condenarían su alma al fuego eterno de los abismos infernales. Con lo que lograron ahuyentar a los curiosos.

A la par, los pobladores empezaron a contar que había determinados momentos en que los encargados de la custodia del saurio, desaparecían y no se sabía nada de ellos hasta pasados algunos días en que volvían aparecer sin que dieran a conocer qué había ocurrido. Estas extrañas desapariciones de los frailes se hicieron sospechosas a los ojos del pueblo y algunos los asociaban con extraños ritos dedicados al diablo, otros aseguraron que se daban para purgar sus pecados; y otros poca o ninguna importancia le daban a la ausencia de los frailes.

Se volvió imposible sacar al dragón debajo de los cimientos También cuentan que en una ocasión se presentó un temblor, el cual sólo afectó paradójicamente a la iglesia. Tras el movimiento telúrico, los frailes aparecieron con los semblantes descompuestos y contaron que durante la construcción del edificio, cuando se atrapó al dragón, se le depositó bajo los cimientos, por lo que al paso del tiempo ahora era imposible sacarlo, motivo por el cual se optó, para que no muriera, alimentarlo lo mejor que se pudiera, acción que cada vez les costaba más complejo cumplir. Explicaron que el dragón se había enfurecido por la fatal hambre que tenía y que sus movimientos desesperados por salir habían originado el sismo.

Temiendo que su furor derrumbara el edificio. Por tal motivo, redoblaron los diezmos a la población, a la que le solicitaron aportar toda una serie de animales domésticos y silvestres, principalmente aves de corral, que destinarían para alimentar a la fiera. De igual forma, le informaron a los fieles que el día en que se dejase de alimentar al monstruo la iglesia desaparecería y de entre sus ruinas emergería terrible y amenazador el dragón. También se cuenta que hubo personas que no creyeron en la existencia del supuesto saurio, además de que suponían que esto era una astuta mentira planeada por los frailes para tener atemorizados a los indígenas y con ello lograr que se mantuvieran fieles. Asimismo, consideraban que los alimentos que les solicitaban eran destinados por los frailes para su propia subsistencia. A la fecha, esta es la versión que se cuenta. Lo que es un hecho es que en el templo existe un paraje atrás del Altar mayor de la iglesia, el cual, se dice, se comunicaba con la iglesia parroquial. Además de que con para algunos investigadores fue una sorpresa encontrarse túneles y galerías gigantes bajo el piso de la iglesia donde tal vez pudo estar el animal pero no encontraron indicios de este.