¿no más pobres? Un mundo maravilloso

Un día Juan Pérez, pobre entre los pobres, salta a la fama por un accidente en el que parece que se va a suicidar tirándose de lo alto de un edificio para protestar contra el gobierno por su condición social. El Ministro de Economía, acosado por el escándalo en el que lo responsabilizan de la decisión de Pérez, decide cambiarle la vida y le regala una casita, un auto y un trabajo. Pero cuando otros pobres, amigos de Pérez, se enteran de su cambio de fortuna, deciden imitarlo amenazando con tirarse de diferentes edificios de la ciudad. El Ministro, aterrado ante la posible plaga de pedigüeños, decide declarar la pobreza un delito y así acabar de una vez por todas con los pobres del país.

Extendiendo el surco que trazó con La ley de Herodes, el cinerrealizador mexicano Luis Estrada presenta su nueva película Un mundo maravilloso, en la que desnuda la comedia neoliberal en México, que niega y desaparece a los 60 millones de pobres del país.

En entrevista con este diario, el director precisa la diferencia entre estos dos trabajos: «La Ley de Herodes es una crítica frontal y directa a un partido político; Un mundo maravilloso critica un sistema, un modelo económico que ha venido pauperizando a este país, que únicamente toma en consideración las cifras macroeconómicas, que desaparece una realidad en la que hay muchos problemas y millones de pobres, que el gobierno nos quiere vender como si fueran de generación espontánea».

Respecto de las intersecciones, Luis Estrada explica: «Son dos películas que se tocan en muchos puntos, coincidentemente expresan una preocupación que he tenido al vivir, disfrutar y padecer este país… por muchos años el cine mexicano dejó de ser un reflejo crítico importante de lo que es esta sociedad y el ejercicio del poder.

«La ley de Herodes me marcó mucho por todo lo que pasó con ella… después ocurrió la tan anhelada alternancia en el poder, en la que mucha gente tenía grandes expectativas y, finalmente, ver el fiasco que fue: un cambio que no fue a ninguna parte. A partir de esto me surgió la idea de hacer Un mundo maravilloso, un retrato ubicado en el futuro inmediato sobre el reflejo de hacia dónde se encamina esta sociedad, a partir de ahí elaboré el guión de esta cinta que, en sincronía con La ley de Herodes, se estrena en un momento político importante en el país y veremos cuáles son las repercusiones que tiene una película con esta temática.»

Bomba de tiempo

Luis Estrada precisa: «La lectura que yo hago en Un mundo maravilloso es que este país está parado en una bomba de tiempo social: por un lado, tenemos este discurso triunfalista del Presidente que nos quiere vender ‘un mundo maravilloso’, que todos los días nos dice que estamos mejor y que si seguimos por este camino ‘México será mejor que ayer’, que contrasta con la realidad que nos apabulla. Sólo basta asomarse a la calle para darte cuenta de que la polarización social es brutal, que es inexplicable que no haya tenido consecuencias como las que la película plantea. Hablar de los niveles de pobreza que hay en el país, que son monstruosos, de alguna manera nos ponen en el informe de desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas como un país cuasi africano; lo más grave de esto es la convivencia entre la opulencia de los ricos, que raya en lo obsceno, y los 60 millones de pobres que reconocen las cifras oficiales, que con lo malpensados que somos los mexicanos deben de ser muchos más.

«Hay una condición muy crítica de lo que está sucediendo en el país en términos de la desigualdad social. Un poco, lo que la película propone es preguntar y hacer reflexionar a los espectadores sobre ¿hacia dónde camina este país?»

Dios, la mala suerte y los gobiernos

Estrada define la cinta como «una sátira del sistema político y económico que vive este país, y creo que es muy sano reírnos de nosotros mismos, por eso tiene este humor negro para que provoque una reflexión de lo que se vive este país y de los comediantes que lo dirigen».

En Un mundo maravilloso Luis Estrada no hizo ningún trabajo de investigación o antropológico, únicamente «fue con la percepción de vivir en este país. Me preocupa todo el tiempo lo que ocurre en la vida política y social de este país. Lo que me interesa con esta arma que es el cine es poner en la mesa de debate este asunto de la pobreza, que creo está en la cabeza de todos, y por eso es importante debatirlo. A todos nos afecta, aunque haya quien piense que puede vivir en islas de opulencia a final de cuentas tendrá una confrontación con la realidad».

En la cinta un funcionario pregunta a su sirvienta: «¿Por qué piensas que tú y tu familia son pobres?» Ella le responde: «Primero pensaba que era porque Dios así lo había querido, luego pensé que era por mala suerte, pero ahora estoy convencida de que es por los hijos de la chingada que están gobernando el país y por los que estuvieron antes que ustedes».

El director precisa: «Esas respuestas no las inventé, fueron recabadas en una encuesta nacional sobre los orígenes de la pobreza, mucha gente respondió de esa manera. Creo que refleja la inconformidad con el modelo económico y político del país. A veces perdemos la memoria histórica, pero el régimen del PRI se mantuvo por la movilidad social, esa idea del sacrificio de los padres para que sus hijos estudiaran y fueran escalando socialmente: eso se ha acabado.

«A los jóvenes, público al que me interesa llegar más porque son los que están adquiriendo una conciencia que ojalá quede circunscrita a la libertad de elegir un gobernante o no, pues siento que hay el caldo de cultivo perfecto para un estallido social.»

Entre sátira y fábula

En tono de sátira y fábula la película permite hacer, en opinión de Estrada, «un mural en el que estamos representados todos; habrá quien se vea y quien no. En este gran guiñol que la película tiene creo que era muy permisivo: era hacer esta caricatura de los neoliberales casi como genocidas al negar a los pobres y desterrarlos a las cloacas, algunos quizás les parezca exagerada esta caricaturización, pero tiene algo de cierto».

Otro de los temas que critica es el papel que desempeña la religión. Estrada menciona: «No se puede hacer un crítica del modelo económico y del sistema político sin considerar el rol de la religión en México; cuando hay especímenes tan oscuros y siniestros como Onésimo Zepeda, en esta idea del reflejo social de la vida política y social que la película propone no se puede dejar de lado ninguna de las instituciones importantes (televisión y prensa incluidos). Una de las cosas más siniestras de este gobierno del mal llamado cambio es que le regresó el poder a la Iglesia, cuando se preciaba del laicismo y del respeto a las creencias».

Un mundo maravilloso tiene numerosas referencias cinemáticas de muchas películas mexicanas de los años 40, específicamente de Ismael Rodríguez, que «dan la idea de que México no ha cambiado nada en más de 60 años, que deja ver que pareciera que estamos condenados a repetir nuestra historia».